El Viaje
El viaje fue un poco agotador, el vuelo como siempre se retrasó, pero finalmente llegamos al hotel donde todas nos encontramos para la convención anual.
Pasábamos del centenar de mujeres, y como siempre, parecíamos todas muy mojigatas con el uniforme de la empresa.
Durante el primer break nos agrupamos alrededor de la mesa para comer refrigerios, aprovechábamos para vernos nuevamente las caras, reencontrarnos las amigas de las distintas regiones, y conocer a las nuevas, entablando conversaciones que por lo general, contenían los últimos chismes de la alta gerencia de la empresa y las críticas ácidas entre “compañeras”.
De regreso a nuestros asientos tropecé sin querer con una chica nueva. Alta, con un cuerpo tan espectacular, que aun con el uniforme lucía muy bien. Se volteo y me miro a la cara, le pedí disculpas y me presenté; ella acepto con una sonrisa y nos dirigimos a nuestras sillas.
Durante la charla y a pesar de la distancia, de vez en cuando cruzábamos miradas y sonrisas amables, sus ojos alumbraban como luna llena, era de verdad hermosa.
Finalmente terminó la primera conferencia y decidimos reunirnos algunas compañeras en el bar del hotel y tomarnos unos tragos, compartir un rato antes de irnos a las habitaciones.
Buscaba a esa chica nueva llevando mi mirada por todo el lugar por un instante la vi, pero luego se me perdió y pensé que estaría cansada y decidió irse a dormir.
En el bar, conversamos sobre nuestras jornadas en cada ciudad y como siempre terminábamos un poco prendidas por los tragos.
Se hizo un poco tarde y decidí irme también a descansar a la habitación. Me acerqué a la recepción y dando mi nombre me dieron la llave de mi habitación, esta vez me toco la 121, dije ¡ah mi número de suerte! ¡qué bueno!. Abrí la puerta de mi habitación y ¡vaya sorpresa!, Habíamos quedado de compañeras de cuarto.
Ella aun no estaba dormida, y le comenté: “Que bueno, quedamos juntas” y ella también se contentó. Le dije, "me voy a dar una ducha", y ella siguió allí en su cama tapada hasta el pecho con la sábana, leyendo una revista.
Salí en toalla de la ducha y le pregunté ¿Qué lees? Y me dijo si quieres te acercas para que veas esto, … estaba viendo una revista erótica, con fotografías espectaculares de cuerpos desnudos, excitados, en poses muy pornográficas.
Me senté al lado de su almohada mirando mientras pasaba las páginas, me comentaba sobre lo que mirábamos, pude ver como sus pezones se endurecían bajo la sábana y como se pasaba la mano lentamente por su cuerpo. Me dijo "Son excitantes ¿verdad?" Y dije, bueno si, si lo son.
De pronto se incorporó un poco sentándose recostada del espaldar de la cama, la sabana se bajó hasta su cintura dejando sus senos descubiertos. Eran hermosos, erectos; puso la revista sobre sus piernas y empezó a acariciarse los pezones, y me pidió que siguiera pasando las páginas.
Yo estaba como hipnotizada, tome la revista mostrándole las fotos mientras ella abría sus piernas para acariciar su vulva.
De pronto sentí sus manos sobre mis hombros, me acariciaba sobre la toalla mientras yo ya un poco excitada miraba las fotos y su cuerpo espectacular.
Lentamente deslizó su mano por mi espalda y desnudo mi pecho para tocármelo. Yo jamás había sentido algo así.
Comenzó a besar mi cuello y dejé la revista para mirar sus ojos excitados y luminosos, nos besamos lenta, húmeda y suavemente. Mi mano se deslizo por su cuerpo bajando poco a poco para sentirla entre las piernas.
Estaba totalmente afeitada. Abrió aun más sus piernas, y los labios de su vulva dejaban escapar ríos de miel divina, el olor de su cuerpo me erizaba mientras lamía mis pezones con la punta de su lengua. Los chupaba y besaba como una amante seducida y borracha de deseo.
Pronto estábamos las dos desnudas entrelazadas sobre su cama moviéndonos constante y suavemente. Los labios abiertos de nuestras vulvas y nuestros clítoris se rozaban lubricados por nuestros fluidos sexuales. Era lo más placentero sentir su pubis afeitado, liso y suave sobre el mío. empapado de su miel. Miel que no pude resistir a probar, y saciándome como loca saboreaba su vagina como el manjar más exquisito que jamás había probado.
Decidimos probarnos una a la otra hasta sentir el mayor de los placeres de mi vida.
Dormimos juntas toda esa semana.
Siempre recuerdo su cuerpo, sus ojos, sus besos...
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