Después del trabajo
Nos conocimos allí en la sala de espera de la oficina y comenzamos a conversar mientras esperábamos que nos llamaran para entrevistarnos. Por alguna razón nos dio por esperar al otro y luego de allí, al saber que nos habían contratado a los tres, decidimos ir al MacDonalds a comer algo para celebrar.
Nos contamos las vidas durante el lunch y él nos dijo que antes trabajaba haciendo figuritas con bombas de colores en los buses y recibiendo lo que le quisieran dar, lo que nos causó mucha gracia a las dos, pero trabajo es trabajo, dijo él.
El muchachito estaba bueno, y ya nosotras nos habíamos dado esa mirada cómplice que nos damos cuando nos gusta un chico. Él como que se dio cuenta, pero nos hicimos las locas.
Nosotras apenas salíamos del bachillerato, estudiamos juntas toda la vida, pero nos dio por trabajar mientras salía lo de la uni. Él sugirió que debíamos practicar lo que nos habían dicho, pero nosotras no teníamos donde. Nuestras casas eran muy ruidosas, iba a ser imposible con los hermanitos menores allí.
Él dijo, ¿Porqué no en mi casa?, ¿Y tu no eres pobre, le dije? El dijo, ¿Yo pobre? Jajaja... Pues vaya sorpresa, el niño era un hijito de papá con apartamento propio y todo, que para no aburrirse trabajaba haciendo cualquier cosa. Nos invitó a su casa y que para mostrarnos como hacía las figuritas con las bombas de colores...
Ya se sentía la tensión sexual en el aire. Nuestra juventud hacía aflorar las hormonas con facilidad, y aunque nos hacíamos las inocentes, el sabía lo que estábamos deseando.
Primero hizo el típico perrito, pero después se hizo un pene rosado y nos dijo, ¿les gusta más éste? Nos vimos las caras y aunque yo traté de disimular, en menos de lo que nos diéramos cuenta, ya él se había sacado su pene, pero el de verdad y nos peguntó, ¿Ahora qué chicas? ... Bueno, ni modo, dijo Patricia.
Fotos: Dirty Flix
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