Ayer en la noche
Ayer en la noche vinieron unos buenos amigos nuestros a pasar un rato en casa, conversar, y tomarnos unos tragos.
La conversación se puso amena y reíamos mucho, ellos sentados frente a nosotros en el sofá y nosotros en las poltronas frente a ellos.
Ellas usaban faldas tan cortas que apenas si podía bajarlas suficiente mientras cruzaban sus piernas. Y noté como cada vez que cruzaban las piernas, todas las miradas trataban de lograr ver más allá, especialmente entre ellas, ya que nosotros los hombres tratábamos de disimular, y no ser tan evidentes.
Puse un poco de música suave y hasta nos animamos a bailar.
La música romántica sonaba y ambas parejas bailábamos de manera sensual y divertida...
Ellos tomaron de nuevo el sofá, pero esta vez decidieron comenzar algo más sensual que el baile que, al parecer, los había calentado un poco.
Comenzaron a besarse y acariciarse, la cosa se ponía más caliente, y al verlos nosotros también entramos en calor.
Mis manos acariciaban las nalgas de mi esposa mientras la besaba. No fue difícil encontrarlas desnudas bajo la minifalda, descubriendo que no llevaba nada debajo.
Mi lengua ya comenzaba a bajar por su cuello. Ellos ya estaban semidesnudos sobre el sofá. Desinhibidos, erotizados...
Ya pronto hacían el amor frente a nosotros, con su miembro erecto se disponía a penetrarla, le lamía los pezones erizados de placer.
Nosotros no tardamos en seguir su ejemplo. Pronto volteé a mi mujer ya desnuda y con las rodillas en el sofá, apoyaba sus manos contra la pared. Separé sus piernas y sus nalgas para lamer todas sus partes, profundas, húmedas, lamía su culo, y su vulva empapada.
Ella no podía evitar cruzar miradas sensuales con su amiga quien gemía con la boca entreabierta mientras recibía el pene poderoso que le abría el coño como nunca.
Ya más cerca de su amiga, mi esposa no pudo evitar mirarla a los ojos y besarla. Comenzaron a acariciarse con las lenguas llenas de placer. Se lamian los labios, se besaban profundo mientras sentían dentro de ellas nuestros miembros ahora mucho más erectos.
Vimos como ambas mirándose a los ojos mientras las penetrábamos, expresaban cada vez mayor éxtasis, sentían más y más placer. Sus miradas envueltas en deseo produjeron que ambas llegaran juntas al orgasmo. Al verlas yo también acabé dentro de mi esposa, y mi amigo, tampoco pudo contenerse.
Los gemidos, las sonrisas y los cuerpos desnudos en la sala, demasiado envueltos en el erotismo de esa noche, donde más que amigos comenzamos a ser amantes complacidos y complacientes, dieron rienda suelta a los deseos, haciendo de estos encuentros algo intenso y delicioso...
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